Matilde Sofía Margarita Abrecht (Tilda Thamar) es, sin dudas, la urdinarraense más famosa y una de las personalidades que llevó el nombre de la ciudad más allá del Atlántico. Nació el 7 de diciembre de 1917, hija de Martha Nichoerster y Carlos Abrecht, un alemán procedente de la región de la Selva Negra (Alemania), que se radicó en Urdinarrain como tenedor de libros y maestro de alemán.
En su infancia recibió las primeras enseñanzas en el Colegio de Hermanas. Las barrancas más altas del río Gualeguay la vieron arrojarse a sus aguas, demostrando que era una excelente nadadora, aptitud que le sirvió para conquistar el título de campeona en saltos ornamentales en Gualeguaychú.
Su padre, en 1925, abrió en la esquina de Dr. Silva y Presidente Perón, un comercio que vendía libros, discos, revistas y, a la vez, funcionaba como casa de fotografía. El arte, en sus diferentes manifestaciones, siempre estuvo a su alrededor en su niñez y, sin saberlo, iba a marcar su destino.
Sus años de adolescencia los pasó en Buenos Aires para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. La creciente vocación despertada en Tilda no contó con la aprobación de don Carlos, sin embargo jamás bajó los brazos y siguió adelante. Además de su talento natural, simpatía e histrionismo, su belleza hizo que muchos directores de cine de aquella época la tentaran para dedicarse a la actuación. Así fue que adoptó su apellido artístico transponiendo las sílabas del nombre de pila de su madre Martha (Tha-Mar) y en 1936, con 19 años, bajo la tutela de Manuel Romero, hizo su primera aparición en la pantalla grande en “Don Quijote del altillo”, con un pequeño papel (aunque no aparece en los créditos), junto a Luis Sandrini y Nury Montsé.
Un año después, vuelve a tener otra oportunidad en “Melgarejo” de Luis José Moglia Barth, con Florencio Parravicini. Pero su gran debut fue en la película «¡Segundos afuera!» de Israel Chas de Cruz y Alberto Etchebehere, que protagonizaban el exboxeador Pedrito Quartucci (medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París de 1924) y un elenco que integraban: Delia Garcés, Malisa Zini y Eva Duarte (luego Eva Perón).
Prosiguió una extensa filmografía de títulos en los cuales aparecía como una vampiresa pícara, que se metía en la vida de los hombres y llamar la atención de las esposas desprevenidas.
Con la aparición del Peronismo, el cine comenzó a presentar obras cada vez más artísticas y provocativas. En 1946, Thamar participó en la película “Adán y la serpiente” de Carlos Hugo Christensen, protagonizada por Mirtha Legrand. En ese filme, Tilda se transformó en la primera mujer argentina que se atrevió a lucir un traje de baño de dos piezas. La película fue estrenada con gran escándalo en el cine Ópera de Buenos Aires y se convirtió en un arrasador éxito. En cambio, en Chile fue prohibida “por razones de moral y de buenas costumbres”. Además de ser uno de sus trabajos más impactantes, la película se convirtió en la primera en calificarse como “prohibida para menores de 18 años”.
Durante esos años peronistas, Thamar empezó a conseguir papeles protagónicos: la empresa cinematográfica Lumiton la contrató -con un muy buen caché- para filmar siete películas con su imagen de “vampiresa oficial”. Pero, como la misma Thamar declarara, luego de hacer “Novio, marido y amante” en 1948, un tiempo después tuvo que exiliarse en París (Francia) porque sus allegados le hicieron saber que Eva Perón dispuso que no filmara más.
Algunos meses antes de su partida, la exquisita fotógrafa germano-argentina Annemarie Heinrich, quien compartía con ella, no sólo su origen étnico, sino también su pasión por las artes plásticas y cierta vecindad (Annemarie estaba afincada en Larroque), tomó del cuerpo desnudo de Tilda, uno de sus trabajos más logrados. Esta mujer que “sabía dominar la luz” -como dijera una de sus más destacadas alumnas, la gran fotógrafa Sara Facio-, sufrió acusaciones de exhibición obscena por esta obra de arte y padeció por los mismos motivos y por la misma foto la clausura de su local poco más de cuatro décadas después.
A los 31 años, se casó con el Conde Toptani, inventor de la famosa montura de salto que lleva su apellido. Eran momentos del esplendor de la industria cinematográfica estadounidense, la Edad de Oro de Hollywood con divas de la talla de Rita Hayworth, Ava Gardner, Elizabeth Taylor y Marilyn Monroe, por citar sólo algunas. Sin embargo, el Viejo Continente no se quedaba atrás y el muy próspero cine francés adoptó a Tilda dentro de sus “femme fatal” y la bautizó como la “bombe argentine”.
Filmó varias películas y alternó la actuación con la dirección de cortometrajes y largometrajes en 16 mm por los que mereció algunas distinciones, tanto en Francia como en España.
Volvió a la Argentina tras el derrocamiento de Perón, en 1955, para filmar «La mujer desnuda» de Ernesto Arancibia, con Alberto de Mendoza y Ramón Garay; otra audacia fílmica para su época.
En 1956 se casó en segundas nupcias con el pintor Alejo Vidal-Quadras (1919-1994), con quien vivió hasta 1970. Ese año, filmó con Jorge Rivier “La dama del millón” de Enrique Cahen Salaberry, versión cinematográfica de “Veinte metros de amor”, una pieza teatral del dramaturgo porteño Abel Santa Cruz, en la que Thamar era una viuda cortejada por el director de la empresa que debe pagarle el seguro de vida de su marido.
Tras repartir su tiempo entre Buenos Aires y París, su despedida del cine nacional fue “El festín de Satanás” dirigida por Ralph Pappier sobre el guion de Roberto Gil según la obra “Miércoles Santo”, de Manuel Gálvez que se estrenó el 30 de enero de 1958 y que la tuvo como protagonista junto a Antonio Vilar, George Rigaud, Irma Córdoba y Luis Arata.
Siguió vinculada a la industria hasta 1987, sus últimas apariciones fueron en “Faceless” de Jesús Franco junto a Telly Savalas y en “La reine de la jungle”, una película para TV dirigida por Peter Kassovitz.
Cuando no estaba frente a las cámaras, Thamar también dio cauce a su pasión por el dibujo y la pintura, en la que volcó los coloridos paisajes entrerrianos en los que aparecían esbeltos felinos de mirada penetrante. El impacto que lograba con sus óleos y sus acrílicos era tan fuerte como el que supo conseguir despertar con cada una de sus apariciones en pantalla.
En 1979, en una galería de Retiro (en Buenos Aires) presentó 33 telas que, según el crítico de arte Walter Thiers resultaban “el constante contacto con la agreste naturaleza del litoral durante su infancia la que conformó experiencias visuales donde sueños oníricos se conjugan con animales poéticos dentro de un clima surrealista”.
Una década después, más precisamente el 12 de abril, mientras iba rumbo a una exposición con sus obras, en el municipio de Clermont-en-Argonne, en el norte de Francia, tuvo un accidente de tránsito y falleció trágicamente. Tenía 72 años.
En el Museo Histórico Regional «La Estación» de Urdinarrain hay una exposición permanente en su honor. Allí se pueden encontrar un retrato de Tilda, pintado por Alejo Vidal-Quadras, junto a numerosas fotografías y documentos que hoy recuerdan junto a otras pertenencias de quien marcó una época y se convirtió en la urdinarraense más famosa.
Juan Fernández